Este año se conmemora el centenario del nacimiento de Ramón Rubio, fundaror y creador del conocido método Rubio, quien defendió desde el inicio la necesidad de “hacer fácil lo difícil” para ayudar a sus alumnos en su crecimiento personal.
Ramón Rubio arrancó su sueño editorial como profesor en su propia academia, y allí ideó las fichas educativas que darían paso a los cuadernos didácticos más famosos en España.
Los Cuadernos Rubio también fueron un descubrimiento para muchos. Una manera diferente de estudiar, de aprender, de entender. Los cuadernos estaban en nuestras casas, y llegaban allí donde los padres no podían llegar. Nos enseñaron a escribir y, luego, con aquella caligrafía pudimos escribir nuestras primeras cartas de amor. Nos enseñaron a resolver problemas y, luego, pudimos hacer cuentas para saber cuántas golosinas o gomas Milán con olor a nata nos podíamos comprar.
Una de esas tardes de mucho trabajo a Ramón se le ocurrió. Se dio cuenta de que perdía horas escribiendo los enunciados de los problemas en la pizarra, así que pensó que, quizá, si creaba unas fichas se ahorraría mucho tiempo él y les ahorraría mucho tiempo a los alumnos. Las primeras fichas fueron de cálculo, de problemas y de contabilidad. Estaba naciendo, pues, el Cuaderno Rubio. Como las fichas funcionaron a la primera y todos los alumnos las recibieron con jolgorio, Ramón pasó a elaborarlas más, con operaciones y aritmética. Todo, absolutamente todo, nacía de su imaginación: los enunciados de los problemas, los números, las operaciones...
Desde esos primeros cuadernos, RUBIO ha vendido casi 325 millones de ejemplares de cuadernos, que han acompañado a varias generaciones de españoles.